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Acta de Benedicto XV

«Se hizo pobre siendo rico», y desde esa cuna, como desde una cátedra de sabiduría celestial, enseña sin palabras, no solo cuán grande es el valor de la caridad fraterna, sino también cuán necesario es que los hombres desde la temprana edad aparten el corazón de los bienes de este mundo y deseen, a semejanza de Cristo, compartirlos con los pobres.

La inminente solemnidad de la Navidad del Señor, en la que los padres acostumbran a alegrar a sus hijos con los regalos, ciertamente dará a los niños de las regiones más ricas la oportunidad de ayudar con comida y ropa a sus iguales que sufren. ¿Y, de hecho, cómo podríamos suponer en ellos un ánimo que les llevase a negar incluso una parte de su pequeño tesoro para ayudar a la debilidad de los niños necesitados? ¡Cuánto consuelo, cuánta alegría tendrán si se aseguran de que sus hermanos pequeños, privados de toda ayuda y entretenimiento, puedan pasar las próximas fiestas un poco más cómodas, un poco más felices! Del mismo modo que el Niño Jesús premiaba, con su sonrisa más dulce y con la más preciosa gracia de la fe, a los pastores que en la noche de Navidad acudieron a él con regalos para ayudar a su pobreza, así con su bendición y gracias celestiales pagará a aquellos niños que, encendidos de su caridad, hayan aliviado la miseria y las lágrimas de sus hermanitos. No podrían hacer nada, ni ofrecer nada, en esos días, al Niño Jesús que sea más capaz de complacerlo. Por lo tanto, instamos encarecidamente a los padres cristianos, a quienes el Padre divino les impuso el grave deber de educar a sus descendientes en la caridad y otras virtudes, a aprovechar esta feliz oportunidad para despertar y cultivar en el alma de sus hijos sentimientos de humanidad y compasión piadosa. Y a este respecto, queremos ofrecer un ejemplo digno de imitación, ya que recordamos que en el último año no pocos niños de familias romanas nos trajeron ofertas que, por sugerencia de sus padres, habían reunido entre ellos no sin alguna privación de sus propias recreaciones.

Hemos dicho que esta obra de caridad complacerá inmensamente al Niño Jesús; y no porque el nombre de Bethlem significa «Casa del Pan», sino porque desde allí debía salir Cristo a la luz, quien, solícito por nuestra debilidad, se entregó como alimento para nutrir nuestras almas, y nos enseñó con estas palabras,