12 ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA
En la mentalidad masculina, los infatuamientos, las modas, tienen una potencia soberana que parece marchitar la fuerza de su vigor y valentía; por lo me- nos los tiraniza más duramente que a las mujeres.
Hasta en el dominio de ciencias experimentales y biológicas, como la fisiología y antropología, la mo- da trajo corrida a la verdad y echó también sus pim- pollos. Con razones artificiales, como de encargo para el supuesto, se ha medido el cráneo, la fuerza y el tamaño. No es ese el camino para salirse con la victoria; la ley biológica de que todo órgano ocioso se atrofia, se vuelve contra la pretensión y advierte que de otro argumento se sacará más fama.
Las condiciones de vida pesan sobre el desarro- llo de los dos sexos que en el nacimiento son cons- tituidos parejamente. En los paises en que la mujer tomaba a su cargo los trabajos fuertes del hombre casi no existía diferencia; — sin aludir a la época del matriarcado —, las momias egipcias revelan esta se- mejanza. Un ejemplo más cercano y socarrón nos lo ofrece el gigantón alegre y fornido del Arcipreste, quien a la pasada del puerto de Lozoya se dió de ojos con la vaqueriza que le cierra el paso a voces:
“Yo so la chata recia, que a los hombres ata”, y — según confesión propia del de Hita — después de avenirse él al impuesto, antes que ella lo despoje —, lo lleva a cuestas, excusándolo de pasar los arroyos y las lomas: “Echóme a su pescuezo por las buenas respuestas”.