310 ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA
Te aman los poetas, los tristes y huraños, aquellos que sienten nostalgias de sueños... ¡Oh pálidos oros con pátinas de años, que guardan sin lustre los muertos ensueños!
EL ROSAL ETERNO
Cuando el Señor, con hondo desaliento, miró la tierra que formara un día,
en cuyo tierno maternal regazo
los descendientes de su Adán bullían, miró la tierra y parecióle estéril;
miró la tierra y parecióle fría,
porque doquiera que fijó sus ojos
¡halló las llamas de la fe extinguidas! Inclinó entonces su insondable frente, grande, sin fin, por el misterio ungida, y de sus ojos la infinita llama
bajó de nuevo hasta la tierra misma.
Su pensamiento, que lo abarca todo, quedó un instante en suspensión beatífica, y entre el rumor de sus creados astros pasó el susurro de su inmensa dicha... Cual una estrella que en las aguas quietas de una cisterna su fulgor titila,
allá muy lejos, sobre el fondo obscuro, vió un resplandor que inmaculado ardía; era sin mancha cual la luz que el ángel encierra en el cristal de la pupila,
y era sereno cual la aurora intensa que alumbra el seno del eterno día. Era la fe que refundida estaba
en una sola encarnación tranquila;
era la imagen de la ideal pureza,
era la dueña del candor: ¡María!