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MARÍA ESTHER MILESI

Tú que bondad sembraste por doquiera y Tú que por amar fuiste más santo, ¿abandonar podrás a quien espera sufriendo del amor el mal siniestro?

Tu precepto he cumplido; aquél que dice: Amaos... y yo amé, Maestro. ¡Perdóname, no supe lo que hice!

NO BESO A LOS NIÑOS

Yo quise a los niños que hallé en mi camino, y a todos besaba cual si fueran míos; mas me puso a prueba un día el destino y ya, desde entonces, no beso a los niños.

Iba por el campo sembrado de lino siguiendo la senda que lleva hasta el rio, cuando, desde lejos, a mi oído vino el alegre canto de muchos chiquillos;

y era un canto hermoso, como aire divino. No sé por qué impulso fuíme cerca a oirlo. Más bien no lo hiciera; pues mi poco tino

me llevó hasta ellos. No sé por qué quiso

la luz de mis ojos, dar con el merino

de una cabecita que era como ovillo

de lana rizada, que era un torbellino.

Su dueño, no estaba en la ronda de chicos y era de ojos verdes y cutis cetrino.

¡Y era de ojos verdes! Sus ojos ¡Dios mio!

yo los conocia; y el gesto mohino

de sus rojos labios, también era el mismo

de otra boca fresca que aun en ver me obstino.

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