344 ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA
¡Ah, qué triste este sitio!... ¡esa campana! ¡las cruces, los sepulcros, todo llora!. ...
el ave de la torre... ¡hasta las flores
que se entreabren al beso de la aurora!
Hay un suave balanceo entre el follaje de las “tuyas” que inclinan su cabeza, y en el reposo eterno de las tumbas hay un sello supremo de belleza.
¡Ya no tengo terror! Cesó el lamento, -el lúgubre gemir de esa campana; ¡nada interrumpe el tétrico silencio
de la verdad de la existencia humapa!
Vienen subiendo tras espesas nubes,
la blanca luna y la brillante estrella, en cada cruz del cementerio, un rayo quiebra su lumbre cariñosa y bella.
Baña al pasar, con resplandores suaves, las bóvedas, la torre, el campanario
ella ilumina, silenciosa y muda,
el soberbio sepulcro y el osario.
Todo es silencio... el ave no se queja, cesó con la campana su sollozo;
la brisa apenas un rumor levanta
que no interrumpe el funeral reposo.
Rumor de alas, de armonías vagas
se escuchan susurrar en la espesura,
y una forma, un vapor, un ángel triste se inclinan sobre cada sepultura.