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ANTOLOGÍA DE LA POESÍA FEMENINA ARGENTINA

¿La escribiste en un bosque de chañares dorados, en las húmedas mesas que ofrece el peñascal, bajo el inquietante toldo de los molles morados o en la estrecha quebrada donde anida el zorzal?

¿Sobre el borde esponjoso del arroyo serrano, o en el tronco caído, junto al hondo carril? Con espinas de cactus y con jugo temprano de hierbas y de frutas la debiste escribir.

Como ésta, fué la carta, ¡venturosas hermanas! que realizó el milagro de nuestra comprensión: es que los dos llevamos en las almas indianas, las canciones del agua, los ardores del sol,

El llorar de los vientos en los duros ramajes, la compleja armonía de los campos salvajes unidos al amor.

POR ELLAS

¡Oh pálidas mujeres de profundas ojeras, aquellas que caminan por la senda del mal;

las tristes que mancharon las blancas primaveras con la sombra doliente de una noche fatal!

Deben sentir desprecio por las manos piadosas, por la vida, que es buena, un profundo rencor;

ya no entienden que exista la pureza en las rosas, ni saben que es más grande que la vida el amor.

Tal vez nacieron buenas, mas la fatal locura que enciende en las entrañas la indómita pasión taló en edad temprana la cándida ternura

y en un erial bravío les trocó el corazón. ¡Hermanas, sufro mucho por vuestra desventura! ¡hermanas, lloro siempre por vuestro triste amor!