Página:Anton Chejov - Historia de mi vida - Los campesinos.djvu/354

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página ha sido corregida
173

por un cuarto de hora... Todos nos hubiéramos ahorrado disgustos.

Los intelectuales andaban de un lado para otro, confusos y tristes, sintiéndose culpables y no atreviéndose a hablar alto. Sus mujeres y sus hijas, enteradas del enojo de Piatigorov, no se atrevían a bailar.

Hacia las dos de la mañana Piatigorov salió de la biblioteca: Estaba borracho y se tambaleaba. Entró en el gran salón y se sentó junto a la orquesta. Arrullado por la música, se durmió y empezó a roncar.

—¡No toquéis!— les decían por señas los concurrentes a los músicos—. ¡Chist!... Egor Nilich está durmiendo.

—¿Me permitirá usted que le acompañe a su casa?—preguntó Belebujin inclinándose sobre el millonario.

Piatigorov hizo una mueca con los labios, como si quisiera librarse de una mosca que le molestase.

—¿Me permite usted acompañarle a su casa?—repitió Belebujin—. Voy a hacer que venga su coche de usted.

—¿Qué?... ¿Qué quieres?

—Tendré mucho gusto en acompañarle a usted a su casa. Es hora de irse a la cama.

—Bueno. Vamos...

Belebujin, satisfechísimo, hizo grandes esfuerzos para levantar a Piatigorov. Los demás miembros del club le ayudaron, poniendo en ello sumo celo.. Al cabo, merced a los esfuerzos comunes, se pudo