manece horas enteras mirando en torno suyo y sin decir palabra. ¡Es una cosa insoportable!"
Naturalmente, evitábamos habiaele del matrimonio que su hermana se disponía a contraer con Belikov. Y cuando la directora le insinuó que convendría casar a su hermana con un hombre tan serio y respetable como Belikov, frunció las cejas y gruñó: "Eso no me incumbe. Que se case, si quiere, con una serpiente. No me gusta meterme en lo que no me importa."
Y mire usted lo que pasó. Un caricaturista misterioso hizo la siguiente caricatura: Belikov, con chanclos, los pantalones remangados y el paraguas en la mano, se paseaba del brazo de la señorita Kovalenko; debajo había una leyenda que decía: "Antropos, enamorado." Era un dibujo muy bien hecho, y el retrato de Belikov había salido admirablemente. El caricaturista envió a todos los profesores del colegio y del Liceo de señoritas y a no pocos empleados del Estado sendos ejemplares de su obra, para la que debió de trabajar muchas noches.
Naturalmente, Belikov recibió también un ejemplar. La caricatura le produjo malísima impresión.
Era el día 1 de mayo, y domingo. Habíamos organizado una excursión de todo el colegio al bosque vecino. Estábamos todos citados a la puerta del centro docente. Salí de casa en compañía de Belikov, que estaba lívido, abatido, sombrío, como una nube de otoño.