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V

Mas siempre el ceño maternal espía,
y una noche, celando a la extranjera,
vió la reina una llama. En roja hoguera,
a Demofon, el príncipe lozano,
Demeter impasible revolvía,
y al cuello, al torso, al vientre, con su mano
una sterpe de fuego le centa.
Del' regio lecho, en la aromada alcoba,
saltó la madre; al corredor sombrio
salió gritando, aullando, como loba
herida en las entrañtas: ¡hijo mío!