Página:Apología de Sócrates por Jenofonte (1871).djvu/16

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Como era de esperar, leyantóse aun más el clamor de los jueces, cuando escucharon esto. El Sábio ateniense nue= vamente les arguyó, diciendo: «Hijos del Ática! pues ma= yores alabanzas que las tributadas á mí, profirió el oráculo en honor de Licurgo, el legislador de los espartanos. Al verle entrar en el templo cuentan que exclamó: «No sé sí le llame Dios ú hombre.» Ami, sin haberme comparado á un dios, sólo me ha hecho superior 4 los demás hombres.

Sin embargo, yo no quiero que ciegamente deis crédito á las palabras del oráculo; pero os ruego que las examineis una por una. ¿Conoceis un, hombre ménos esclayo que yo de los apelitos del cuerpo? un hombre más independiente que yo, que de nadie admito dádivas ni recompensas? ¿Y á quién podreis vosotros considerar como el más Justo, sino al hombre moderado que se acomoda con lo que tiene, sin tener nunca necesidad de lo de los demás? Y en fin, cual de yos= otros puede negarme el último dictado del oráculo, (12) si desde el momento en que comencé á comprender la lengua humana, no he cesado de invesligar, y he aprendido cuanto bueno he podido?

Y la prueba de que mis trabajos no son estériles, no la veis patente en la predileccion con que buscan mi sociedad gran número de ciudadanos, y aun de extranjeros, apasionados de la virtud? Porqué tantas gentes desean obsequiarme con regalos, cuando saben que yo no tengo riquezas con que remunerarles? Y en cuanto á mi, mientras que nadie puede decir que le he exigido un servicio, cómo confiesan todos que me deben agradecimiento? Por qué razon durante el sitio de Aténas, (13) mientras mis compatriotas se lamentaban todos de su miseria, yo no vivia ni más ni ménos angustiado que en los dias mas prósperos de la República? En fin, los más de los hombres tienen que comprar á caro precio