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de la Grecia cuantos se sentian entonces Con vocacion á las ciencias ó 4 las artes: habiéndose llegado á convertir la capital culta y bella del Ática, y lo fué por muchos tiempos, Cn una vasta Academia. Mas por desdicha, y como ha aconle= cido en otros pueblos y en circunstancias análogas, la re= finada civilizacion de Aténas llegó á contrastar con una corrupcion tal en las costumbres, que no bastaban á aminorar la celebrada Sal ática, el artificioso ingenio y suave trato de los atenienses. Cuando la degradación corroe las en trañas de una sociedad, el corazon se contrista y enyvilece, la inteligencia se pierde en entorpecidos laberintos, y alentos los hombres al yano edén de los sentidos, huellan con planta indiferente las flores inmarchitables de la virtud. Esto aconteció en Grecia en la época que nos ocupa. Su depravacion fué convertida en sistema por los sofistas, cuyas máximas corruploras trascendieron no sólo á la vida privada y á la pública, sino hasta á la administracion y go= bierno de la República. Pero estos falsos apóstoles de la ciencia, estos impíos emponzoñadores del corazon de sus conciudadanos, fueron enérgicamente confundidos por Sócrates, su enemigo acérrimo, declarado, inexorable. Y no porque cupieran rencores en el ánimo del filósofo; sino 4 causa de su amoroso anhelo por el triunfo de la verdad y de la justicia. Captóse Sócrates, por la sublimidad de sus máximas y con la austeridad de su ejemplo, las simpatías de la juventud ilustrada de Atenas, á la que enardecia enseñándole las nobilísimas ideas de lo bello, de lo verdadero y de lo bueno: doctrinas que llevaron sus discípulos á la vida pú= blica, en la que brillaron algunos como insignes políticos y estadistas y como enfrenadores de una fraccion demagógica, ambiciosa y turbulenta. Sócrates se mostró tan inflexible contra estos ignorantes aduladores de la muchedumbre como