estaban garantidas por el rejimen constitucional bajo cuyo imperio las habían emitido. Esta valiente determinación fué, como es de creerse en los momentos de la reacción absolutista, castigada ejemplarmente. Arrebatado Rivero de los brazos de su joven y reciente compañera, fué encerrado en la oscuridad de una prisión de estado, en donde jimió durante seis años.
Si Miralla se hallaba entonces en Europa es de presumirse que pensase como el ecuatoriano Rocafuerte: decía este, "que, los americanos eran mas delincuentes que los españoles en reconocer al rey absoluto, porque sufrían mas de su lejano despotismo y porque había llegado la época en que era obligación de ellos trabajar en sacudir el yugo español y combatirlo de todos modos."
Al fin de una carrera llena de amarguras y de tantos desengaños como importantes servicios había prestado á la libertad y á la ilustración del nuevo mundo, el mismo Rocafuerte volviendo la memoria á la aurora de la revolución esclamaba desde Lima en 1844: «En esa época feliz yo consideraba toda la América española como la patria de mi nacimiento.» Esta también era la manera de sentir de todos los americanos ilustres que el espíritu de fraternidad filosófica del siglo XVIII, había preparado como por milagro para esa larga y heróica