de un río llamado Morchea, hubo una gran batalla, en la cual no pocos alcaides de Cidan se pasaron al Xeque, y aquél fué completamente vencido, aunque peleó con esfuerzo muy señalado. Huyó Muley Cidan del Mogreb, y no paró hasta Turquía, y en el ínterin Abú-Fers urdió una conspiración para volver á poner en prisión al vencedor Muley-Xeque. Pero éste, avisado á tiempo, desamparó el ejército, seguido sólo de los fieles moriscos andaluces y de algunos alcaides, y se recogió en Fez, donde fué recibido en triunfo.
Gobernaron por algún tiempo los dos hermanos pacíficamente el imperio, en Marruecos el uno y el otro en Fez, pero sin que Abú-Fers cesara de tender lazos á Muley-Xeque para quedarse con todo. Al fin, desembozándose, y alegando diversos pretextos, envió un ejército contra Fez, compuesto de siete mil infantes y ocho mil caballos, al mando de su hijo Abdelmelic, mancebo brioso de diez y ocho años. Tenía Muley-Xeque un hijo de diez y nueve, llamado Abdallah, que Abú-Fers había tenido en su poder mucho tiempo, hasta que pudo escaparse un día y reunirse en Fez con su padre; á éste encomendó el mando de un ejército de tres mil caballos y seis mil infantes para ir al opósito de su primo. Juntáronse los campos entre Fez y Mequinez, y tuvo lugar un combate indeciso, después del cual los dos primos se retiraron con mucho orden á sus provincias respectivas. Pero en esto Abdelmelic murió de peste, y Abú-Fers tuvo que tomar el mando de su ejército. Marchó contra él Abdallah, después de reorganizar sus fuerzas, y á la vista de Marruecos le presentó la batalla, que fué larga y empeñada, aunque al fin venció el de Fez, y Abú-Fers, sin entrar en la ciudad, corrió despavorido á