nado por sus enemigos, buscó á los cuatro renegados, que no andaban lejos, acechando ocasión, y les dijo cómo el rey quedaba solo en el Mexuar, que lograsen el tiempo, y que él iría con pasos perezosos á hacer la diligencia que le mandaba. Con esta noticia se abalanzaron los renegados á la estancia, y al verlos llegar el Valid, en mal formadas voces les dijo: «¿Qué es lo que queréis de mí?» Dio la respuesta la boca de un pistolete, pero tan mal apuntado, que no lo lastimó la bala. Sin embargo, el rey, acobardado, se dio á la fuga gritando, y los cuatro siguieron su alcance, aunque tan turbados, que no acertaban á rematar su obra. Pero, entretanto, al rumor escandaloso que se escuchaba dentro de palacio, acudieron otros conspiradores, y, sospechando la ocurrencia, cerraron las puertas todas por donde de afuera podían favorecerlo. Así mataron al cabo al Valid, y al punto abrieron la prisión al príncipe recluso, siendo la primera razón que le dieron besarle el pie; en lo cual y el alborozo con que vinieron las tías, conoció que ya era emperador de Marruecos. Dividiéronse luego las mujeres en diferentes tropas, y con la confusión de pastoriles instrumentos de que se componen sus músicas, salieron cantando el triunfo del nuevo rey, como si hubiera vencido la más reñida batalla. Juntóse al propio tiempo la gente que había en palacio, y al frente de ella fué el nuevo rey al salón del homenaje, donde, sentándole en el real trono, según su estilo, le volvieron á besar el pie, que es el juramento de fidelidad que ellos hacen. Allí mismo hizo el nuevo rey su mayor bajá al renegado portugués Mohamed, y luego fué sin dificultad reconocido por todas partes. Tal fin tuvo Muley el Valid y tal principio el nuevo Muley-
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