Xeque; y de intento nos hemos detenido á describir uno y otro, porque, aparte del carácter de verdad que da á los hechos la relación del autor de la Misión historial, se refleja en ellos bastante el estado moral y político de Marruecos por aquel tiempo.
Estuvo muy distante Muley Moammed-Xeque, que tal era su nombre, de tener un reinado tan feliz como prometía su principio. Aquí y allí se levantaron algunos rebeldes, que le usurparon territorios considerables, siendo el mayor y tan peligroso, como se vio luego, un morabito, que hacia la parte de Tafilete se proclamaba nuevo xerife. Los rústicos y sencillos alarbes y moradores de aquellas remotas tribus, atraídos por las extravagancias del morabito, no tardaron en formar alrededor suyo un ejército. Comprendió bien Muley-Xeque el peligro que aquella rebelión ofrecía, y, deseoso también de señalarse en las armas, marchó á buscar al supuesto xerife de Tafilete, que no rehuyó la batalla. Peleóse con tan poca fortuna de parte del campo de Muley-Xeque, que quedó deshecho, teniendo éste que ponerse en precipitada fuga después de haberle muerto la mayor parte de su gente, y apresado los bagajes y muchos víveres y municiones. Comenzó luego el Xeque á formar nuevo ejército con que reparar tan gran desastre; pero le faltaba dinero para pagar tropas, que sólo de esta suerte creía poder asegurar de deserciones, y lienzos, bonetes y otras cosas con que granjearse el amor de los soldados; y no encontraba traza para proveerse de ello, aunque ofrecía algunas conveniencias y partidos al príncipe que lo socorriese. Hallábase á la sazón en Marruecos un cierto Roberto Blake, que en aquella corte seguía negociaciones por parte de Ingla-