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XIII


Y

A POR ESTE TIEMPO los rebeldes de Tafilete, que en tanto peligro habían puesto á Muley Mohamed Xeque, derrotándole en batalla campal, habían reanudado la carrera de su engrandecimiento y se preparaban á apoderarse de todo el imperio, fundando en él una nueva dinastía. Inútil fué para impedirlo el asesinato de Muley-Abbas y el ensalzamiento del tío: la dinastía que éste fundó pasó como una ráfaga de humo por el Mogreb-alacsa, sin dejar huella de su paso. Llamábase el usurpador Muley-Abdelquerim-ben-Becr, y era hombre sagaz, según se cuenta, y de buen juicio práctico; pero tuvo los vicios ordinarios de su nación y de su ley, y le impidió ser justo el modo mismo con que se había elevado. Desde luego fué recibido con horror, aunque sin resistencia, por los vasallos que amaban al muerto Muley-Abbas, por su sobrado candor y bondad con extremo. Marchó contra la ciudad de Saffi, que se le había rebelado, y no pudo tomarla. Lleno de recelo y suspicacia mandó derribar el convento que tenían los frailes españoles en