tanto, permanecía en su gobierno de Mequinez olvidado de todos, porque no había sabido granjearse muchos amigos. Por fortuna, tenía á su servicio un cautivo cristiano, llamado Fernando del Pino, natural de Málaga, á quien estimaba mucho, y el cautivo, por su parte, le pagaba en agradecimiento. Este, viendo entristecido al príncipe, le dijo: «¿Cómo es, señor, que teniendo más derecho que otro alguno, no pretendes la corona?» «En verdad, respondió Ismael, que por ser hijo de los reyes anteriores, Xerife, y legítimo hermano del difunto, me corresponde la corona; pero no quiero arriesgarlo todo cuando me hallo sin fuerzas para mantener mi derecho». «No es este pueblo, replicó Fernando del Pino, que repare tanto en derechos como en las voces»; y, alentando á su señor á la empresa, logró que montase á caballo y se hiciera proclamar sultán. Recibióle sin dificultad la ciudad de Mequinez, y, con los alarbes de las montañas vecinas, juntó luego Ismael un ejército, al frente del cual, y provisto de artillería, marchó sobre Fez, que se resistió bastante. Cuéntase que, faltándole municiones y no logrando sus proyectiles el efecto de atemorizar á los fecenos, le aconsejó Fernando del Pino que quitase las cadenas á los cristianos y cargase con ellas sus cañones; con lo cual logró su objeto y no volvió más á exigir que llevasen cadenas los cautivos durante su reinado. Había entrado Muley Ismael sin obstáculo en Fez el viejo, por lo cual dispuso después de su triunfo que se derribase el muro de esta ciudad por la parte que da á Fez el nuevo, prohibiendo que se reedificase jamás. Lleno ya de confianza Muley Ismael, marchó en seguida contra Marruecos, donde le esperaba su competidor Muley
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