y labráronse los campos vecinos para ayudar á mantener al ejército. Eran cuatro las paralelas que hacían frente á la ciudad con foso y reductos, y bastantes piezas de artillería. Parecía todo encaminado más bien á impedir las salidas que á atacar la ciudad, que nunca fué batida en brecha; y como tenía libre el mar, jamás careció la guarnición de víveres y municiones. Sin embargo, no dejó Abdallah de armar algunas barcas en las dos ensenadas que dominaba para impedir este tráfico, las cuales hicieron algunas presas en cristianos, que fueron bárbaramente martirizados por escarmiento.
En 1720, libre ya de la guerra de Sicilia, resolvió Felipe V poner término á este estado de cosas, haciendo levantar el sitio de la plaza. A la sazón tendrían los marroquíes como unos veinte mil soldados aguerridos por el largo sitio, y dirigidos por ingenieros y oficiales franceses, de los que arrojó de su país la expulsión de los hugonotes. Encargó Felipe V la expedición al marqués de Lede, que acababa de volver de Sicilia; las tropas se juntaron en Tarifa, Cádiz y Málaga, y fueron preferidos los regimientos bisoños á los veteranos de Italia, á fin de que aquellos se ejercitasen en la guerra. Á últimos de Octubre partió la expedión escoltada por la escuadra de naves de D. Carlos Grillo, y la de galeras de D. José de los Ríos. Iban como diez y seis mil soldados, que se unieron con la guarnición ya numerosa de la plaza. El 15 de Noviembre, después de algunos días de descanso, D. José de los Ríos cañoneó con sus galeras á los moros, fingiendo un desembarco, y en el ínterin el marqués de Lede salió por varias bocas que había hecho abrir en el camino cubierto, llevando sus tropas en cuatro columnas de á seis ó siete batallones cada una.