sino por vicioso, y que no merecía castigo alguno. Entonces Abdemelic le envió preso á Tafilete. Pero de una parte Abdemelic comenzó á tratar mal á sus súbditos, y especialmente á los negros, con lo cual renació la enemistad antigua, y éstos se rebelaron, proclamando nuevamente sultán á Dzahebi. Cuarenta mil negros ó más, según algunos, tomaron las armas, y á su frente el Dzahebi, entró en Mequinez por traición de una parte de los soldados que la defendían, y obligó á su hermano á huir y fugarse en Fez. Mandó luego el Dzahebi que todos los principales amigos de su hermano fuesen ajusticiados; y los negros hicieron una gran matanza en sus adversarios blancos, saqueando la ciudad á su placer, durante tres días. En seguida marchó sobre Fez el Dzahebi, y no pudiendo tomarla en varios asaltos por fuerza, la rindió por hambre, á condición de que todos los moradores serían libres con tal que le entregasen á su hermano. Perdonó la vida el Dzahebi al prisionero Abdemelic, contra lo que esperaba todo el mundo, mandándolo custodiar en Mequinez; pero no mucho después, en los primeros meses de 1729, sintiéndose vecino de la muerte por una hidropesía que le ocasionaron sus excesos, lo mandó matar para expirar tranquilo. Tal fin tuvieron estos dos crueles hermanos, de los cuales el primero favoreció mucho á los cristianos, dando libertad por poco precio al mayor número de cautivos que tenía, y recibiendo muy humanamente á los enviados de los príncipes de Europa; y el segundo, que afectaba ser muy rígido mahometano, echó de sus Estados á los padres franceses de la redención que entraron en ellos, amenazándoles con que los haría quemar vivos, y volvió á encadenar á cuantos cristianos halló libres.
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