carácter de Carlos IV, tan funesta por lo común á la monarquía, libró á España entonces de un gran desastre. En cuanto á Godoy, merece disculpa en ésta como en otras ocasiones; aquel hombre fué vivo ejemplo de que no es posible con malos principios realizar buenos fines; pero que éstos fueran generalmente patrióticos y generosos, ni puede ni debe negarlo la serena imparcialidad de la historia. Los más de sus pensamientos políticos, en otro que él, habrían merecido general aplauso, y otro que él habría podido ponerlos en ejecución sin excitar la animadversión nacional. Faltábale sólo algún más peso, alguna más experiencia, alguna menos precipitación en ocasiones; y estas cualidades explican lo que había de aventurado y de ilusorio en sus planes sobre el África. Ni era tiempo tampoco de acometer tamaña empresa; que ya las naciones heridas por la fortuna creciente de Bonaparte tenían harto en qué pensar para defender sus propios lares; y en España mismo el sol de Bailen no iba á hacerse esperar muchos años. Era, pues, aquella época de organización, de economía, de guerras de ensayo y no de conquista. El Mobreb-alacsa por entonces, según la descripción que de él nos dejó el falso Ali-Bey, estaba sumido en la mayor pobreza y en la más crasa ignorancia. Pudo juzgar esto perfectamente el emisario español que visitó á Tánger, Tetuán, Alcazarquivir, Mequinez, Fez, Salé, Rabat, Marruecos, Mogador, Ugda y Larache, hallando en todas partes la propia miseria y la misma barbarie en la población musulmana y judía que allí habitaba. En sus viajes de Tánger á Fez por Mequinez, de Fez á Marruecos por Rabat, de Marruecos por Fez á Ugda y Larache, vio siempre campos incultos^ sin otra población que pas-
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