órdenes. Ya sobre la ría de Tetuán y mientras se fortificaba y se abastecía de nuevo el ejército, hubo que sostener nuevos combates y otra sangrienta batalla contra los moros, que en número considerable atacaron nuestras posiciones el día 31 de Enero, siendo rechazados como de costumbre, mas no sin gran pérdida por ambas partes. Pero donde realmente se decidió del éxito de la guerra, fué el 4 de Febrero, en la batalla de Tetuán. Los cuerpos segundo y tercero, enérgicamente conducidos por los generales Prim y Ros de Olano[1], y bajo la dirección inmediata del general en jefe, conde de Lucena, destrozaron en este día al ejército moro, que podría ascender á treinta y cinco mil hombres, mandados por Muley-el-Abbas y Sidi Ahmed, otro de sus hermanos, dentro de un campamento fortificado; tomáronles ocho cañones, dos banderas, ochocientas tiendas, camellos y muchos pertrechos de guerra. Dos días después Tetuán abrió sus puertas á los españoles, sin intentar defenderse, á pesar de que se hallaron en su recinto ochenta piezas de artillería, excelentes muchas de ellas, como que habían formado parte de los regalos que en otro tiempo hacían periódicamente las naciones marítimas al imperio. Fué grande el espanto de los moros con estos sucesos. Reconociendo su inferioridad en la lucha, pidió el enemigo el día 11 de Febrero la paz, y el 23 del mismo, el general conde de Lucena, elevado á la dignidad de duque de Tetuán, y el califa Muley-el-Abbas, celebraron una conferencia, en la cual no fué posible
- ↑ Mandaban las cuatro pequeñas divisiones de que se componían estos cuerpos, los generales Orozco, O'Donnell (D. Enrique), Turón y Quesada.