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HISTORIA DE MARRUECOS

apenas produjo más historiadores ni sabios que pudieran transmitir los hechos que vieron ó supieron á las generaciones futuras.

Parece que habiendo dado Abu-Said á su primogénito Omar el gobierno de algunas provincias del imperio, éste se levantó contra él, y hubo entre padre é hijo grandes batallas. Llevaba Omar, como más joven y determinado, lo mejor de la contienda, y sin duda hubiera rendido al padre á no sobrevenirle la muerte cuando más vida ofrecían sus cortos años. Así pudo reinar tranquilamente Abu-Said hasta su fallecimiento. Abu-Ihacem, su hijo segundo, ocupó entonces el trono de Marruecos; y como fuese hombre de no vulgar aliento, imaginó todavía pasar á Andalucía, y sujetarla de nuevo al dominio de su dinastía; pero no consiguió de su expedición otro fruto que escarmentar á los africanos para que no pensasen más en volver á España. Su hijo Abdelmelic, que pasó primero el mar, fué vencido y muerto cerca de Arcos; y él en persona con el rey de Granada, su aliado entonces, fué vencido por D. Alfonso el onceno en la famosa batalla del río Salado, junto á Tarifa, y en las playas mismas del Estrecho, sin poder dar un paso adelante. El africano, desbaratado, huyó á Gibraltar, y de allí pasó á su tierra, donde sólo encontró llantos y recriminaciones de sus vasallos por la provocada desventura. El imperio de los reyes africanos en España había caído por obra del tiempo, y era locura querer resucitarlo. Ya los príncipes cristianos eran harto poderosos para que las invasiones de los de África pudieran arrojarlos á las antiguas montañas; hallábanse fortificados los lugares y bien aparejada la defensa; ni era ocasión de contar como antes con el