como ya hemos indicado también, las armas portuguesas en Tánger, en cuya plaza desembarcaron con catorce mil hombres los infantes D. Enrique y D. Fernando, reinando ya D. Duarte, su hermano. Acudió una turba innumerable de moros á libertar la plaza sitiada, y estrechados los portugueses entre los muros de ésta y el ejército de socorro, tuvieron que capitular y reembarcarse, dejando al infante D. Fernando en rehenes de que se devolvería la plaza de Ceuta. Negáronse los portugueses á ratificar aquella capitulación desdichada, y al morir el rey D. Duarte dejó aún en poder de los moros á su hermano, y tratado por ellos como esclavo. «Viéronle los suyos, dice Faria y Sousa, cargado de hierros, ser mozo de caballos; y viéronle muerto, colgado de una almena de los muros de Fez». Tocóle la venganza de tanto desastre á D. Alonso V, aquel desgraciado pretendiente de Castilla vencido por los Reyes Católicos, y en su tiempo se hicieron los portugueses temibles en África. Con doscientos bajeles y grande ejército de desembarco amenazó este príncipe á Tánger y fué á caer sobre Alcázar-el-Zaguer, puerto importante y próximo á Tánger, que tomó por asalto, sin que Muley Xeque, que regía en Fez, pudiera recobrarlo en dos asedios; antes bien, en una salida fué muy mal tratada de los portugueses su gente. Tras esto embistió con diez mil hombres á Anafe ó Anafa, ciudad sobre el Atlántico, y la quemó, saqueó y dejó desmantelada. Continuando sus empresas por aquella costa desembarcó con treinta mil hombres en Arzila, y también la tomó por asalto, con estrago tan grande de los moros y tal terror en África, que Tánger abrió sus puertas á los portugueses apenas se presentaron otra vez delante de
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