el cual, como viese delante de Vélez naves de cristianos, embistió con ellas y las tomó, degollando al mayor número de los nuestros y cautivando á los otros. Buazon, que esto vio desde la playa, metióse en un ligero esquife, y llegando á la capitana de los turcos, pidió y rogó por la vida de los cristianos, explicándole una vez y otra al capitán pirata que no eran venidos en son de guerra contra los muslimes, sino para ayudarle á él en sus justos propósitos. Mas nada pudo recabar de aquellos feroces enemigos del nombre cristiano; antes bien, afeándole Sala-Arraez el buscar tales alianzas, se dio á la vela con el despojo y cautivos. Buazon, lleno de noble desesperación, dispersó la hueste que tenía reunida, abandonó las cosas de su Estado, allegó el mayor tesoro que pudo, y caminó hacia Argel á procurar el rescate de los cautivos cristianos. Tanto hizo, que maravillado y compadecido Sala-Arraez, no solamente dio libertad á los cautivos, sino que le ofreció ponerle en el reino de los Beni-Watases y vengarle del xerife. Reunióse en Argel numeroso campo para la empresa, y Buazon y Sala-Arraez marcharon con él hacia Fez, rompieron en batalla al xerife, y se apoderaron de la ciudad. No bien logrado esto, Sala-Arraez iba á cumplir su promesa, cuando conjurados algunos de los émulos de Buazon, y calumniándole largamente, alcanzaron del turco que á él lo pusiese en prisiones y nombrase en su lugar por rey de Fez al príncipe Abú-Becr, hijo de Ahmed Watas, que había logrado escapar al degüello de los de su familia. Hubo en Fez el nuevo con este motivo grandísimo alboroto, porque todos querían por rey á Buazon, y tanto pudo la ira en los ciudadanos, que arremetiendo furiosamente á los turcos, pare-
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