Página:Arkady Arvechenko - Cuentos (1921).djvu/128

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
32
 

—¿Y qué?

—Que, no perteneciéndole, no le asiste a usted derecho alguno a cobrar su contemplación.

—El molino, mirado de cerca, caballero, no vale nada; es viejísimo, feo, sin ninguna poesía. Sólo es bonito mirado desde este altozano.

—Déjese de sofismas. Conteste, sin rodeos, a esta pregunta: ¿el molino es de usted?

—No.

— Entonces...

—Señor: yo no vendo el molino; vendo el derecho a contemplarlo desde este sitio. El molino no me pertenece, pero el sitio sí.

—El razonamiento no es muy convincente. Sin embargo, pasemos por lo del molino. Lo que no tiene pase es pretender cobrar rublo y medio por una miserable casita. Si no temiera ofenderle a usted, le diría que eso es un robo.

—¡Una casita tan mona... Su tejado rojo; sus paredes blancas, deslumbrantes de sol; sus ventanitas azules, dilatan el corazón, como usted ha dicho muy bien. Y esas dilataciones se pagan, caballero!

—¡No tan caras, señior, no tan caras! Están ustedes poniendo la vida imposible. El Gobierno debía tomar cartas en el asunto. ¡Rublo y medio por contemplar una casita que no vale nada! Dan ganas de gritar: «¡Socorro, socorro! ¡Ladrones!» Rebájeme usted medio rublo...

—No puedo, palabra de honor, no puedo. No le cobro de más, créame. Sólo ese simpático tejado rojo, en medio de las frondas, vale el rublo y medio.