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Volodia se quita el gabán, lo tira sobre la nieve y se lanza al combate. Su compañero de armas no le va a la zaga en ardimiento.
Pero he aquí que doblan la esquina inmediata otros cuatro colegiales y acuden en socorro de sus amigos.
—¡Qué canallas!—dice Volodia en tono quejumbroso, tentándose un ojo que comienza a acardenalársele. ¡Siete contra dos!
Kolia Chebrakov calla; pero su marinera rota y su oreja ensangrentada dicen bien a las claras que el dios de las batallas no ha estado hoy de su parte.