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Kindiakov —. ¡A dos rublos! ¡Se han vuelto locos en las carnicerías! ¡Una gallina, un rublo! ¡Un ganso, dos rublos! Si esto sigue así, no sé qué vamos a comer.

Poco antes de servirse el helado ocurre un lamentable incidente: la señora Chilibeyev deja caer una copa de vino tinto sobre la marinera nueva de Volodia, sentado a su lado.

El ama de la casa, no pudiendo reñirla a ella, riñe con extremada acritud a la víctima de la catástrofe.

—¡Imbécil! ¿No podías haberte apartado? ¡Idiota!

¡Estoy de ti hasta la coronilla!

IV

Volodia se siente ofendido, injuriado, vejado.

Chebrakov comparte su justa indignación.

Momentos después, uno y otro se levantan, se ponen el abrigo y se van a la calle.

—¿Vamos al barrio, a pegarles a los colegiales? propone Chebrakov.

—¡Sí, sí, vamos!

Al penetrar en una callejuela del barrio, nuestros dos héroes divisan a tres alumnos del colegio. El vencerles se les antoja la cosa más fácil del mundo. Y se precipitan hacia ellos como tigres furiosos.

—¡Hace mucho tiempo que no os pegamos! —ruge Volodia.

—¿Y estáis seguros de que vais a pegarnos ahora?preguntó uno de los colegiales.

—¡Cómol ¿Te atreves...?