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Aventuras

en su sillón, se puso á contemplar los azules círculos del humo, que se empujaban unos á á otros hacia el techo.

—Creo, Watson—observó, por último—que de todos los asuntos que hemos tenido, ninguno ha sido tan fantástico como éste.

—Salvo, quizás, la Señal de Cuatro.

—Cierto, sí; salvo quizás ese. Y no obstante, este Juan Openshaw me parece que anda entre peligros aún mayores que los que asediaban á los sholtos.


—Pero se ha formado usted—le preguntéuna idea definida de lo que son esos peligros?

—No puede haber duda en cuanto á su naturaleza, contestó.

—Entonces ¿cuáles son? ¿Quién es ese K. K. K., y por qué persigue á esta desdichada familia?

Sherlock Holmes cerró los ojos, y colocando los codos en los brazos del sillón, juntó la punta de los dedos de ambas manos.

—El razonador ideal—dijo—una vez que se le hubiera enseñado un solo hecho en todas sus proyecciones, debería deducir de él, no sólo la cadena de acontecimientos que han conducido al mismo hecho, sino también los resultados que deben seguirle. Así como Cuvier podía describir correctamente un animal con sólo ver uno de sus huesos, el observador que ha comprendido á fondo un eslabón de una cadena de incidentes, debería ser capaz de reconstruir fijamente todos los otros, tanto anteriores como