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Página:Aves sin nido (1910).pdf/100

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Blanco-Belmonte

y los troncos, los tallos, las corolas,
la tierra, el cielo azul, el mar gigante,
y las hierbas al borde del barranco
riman una canción dulce y vibrante,
que á Yanko llega y que comprende Yanko.


II


Era Yanko un chicuelo
más rubio y sonrosado que la aurora,
con los ojos tan puros como el cielo,
y el alma, cual de artista, soñadora.
La música del campo le atrala,
adivinaba un himno en los rumores
que el viento recogia
al besar los arbustos y las flores;
y en el gorjeo matinal del ave,
y en el silencio de la noche grave,
y en el cáliz gentil de la violeta,