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toda clase de cuidados para enseñarme. Cuando murió, algunos años después, ocupé su plaza, y ya ves cómo me encuentro, además de tener hechas algunas economías por si los tiempos cambiasen, y de ver á Irene más feliz que un pájaro.

Comprenderás ahora, Jaime, que en manera alguna debo volver la espalda á ese muchacho, contrariando los deseos de nuestro buen amo.

De ninguna manera. Es verdad que te echaré mucho de menos, pero se hará lo que se pueda, é iremos adelante, que nada hay tan satisfactorio como hacer un bien cuando se presenta la ocasión.

-Según eso-dijo Jaime.-¿Usted no opina como otros, que el número uno es el primero?

-No, á fe mía-contestó Juan.-¿Qué hubiera sido de mí y de Irene si los amos y el viejo Hernando hubiesen pensado de ese modo? Ella estaría, probablemente, en un asilo, y yo cavando nabos. ¿Y qué hubiera sido de Azabache y de Jengibre, si tú hubieses atendido sólo á tu salvación? Estarían á estas horas convertidos en chicharrones. ¡ No, Jaime ! el egoísta, en mi concepto, es un ser altamente despreciable.

Jaime lo escuchaba con atención, y noté que su voz le temblaba cuando dijo:

-Usted ha sido mi mejor amigo, después de mi madre, y deseo que no me olvide..