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Cuando se recibió la noticia en la casa, todo se volvió carreras y confusión. Un mozo me condujo á mi cuadra, me quitó el freno y la silla, y me abrigó con una manta.

Ensillaron á Jengibre, que el joven Jorge, hijo del Conde, montó inmediatamente, y al poco rato of que el carruaje salía del patio.

Me pareció larguísimo el tiempo que tardó Jengibre en volver y hasta que nos dejaron solos; entonces me contó todo lo que había visto.

-No puedo contarte mucho-me dijo.-Galopamos casi todo el camino, y llegamos al sitio de la ocurrencia en el momento en que llegaba también el doctor. Allí había una mujer, sentada en el suelo, con la cabeza de la señorita sobre su regazo. El doctor le puso alguna cosa en la boca, y todo lo que oí fué: «No está muerta.> Entonces un hombre me condujo á una pequeña distancia aparte. Al cabo de un rato la colocaron en el carruaje, y nos dirigimos todos á casa.

Oí que mi amo decía á un caballero que lo detuvo para inquirir, que creía que no había ningún hueso roto, pero que todavía no había hablado.

Dos días después del accidente, el caballero Valcárcel vino á hacerme una visita. Me acarició, é hizo de mí los mayores elogios; dijo al joven Jorge que estaba seguro de que conocí tan