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hallase ocupando una posición secundaria, y no una plaza de primer cochero, como York; pero tenía un gran defecto, y este era su afición á la bebida. No era como otros borrachos, que beben constantemente; solía pasarse semanas, y hasta meses, sin probarlo, pero á lo mejor se desataba, y corría una orgía, según las palabras de York, en que se convertía en una desgracia para sí mismo, el terror de su mujer, y una inconveniencia para todo el que tenía que tratar con él. Era, sin embargo, tan útil, que, dos ó tres veces, York había echado tierra al asunto, evitando que llegara á conocimiento del Conde ; mas una noche que Pascual tuvo que conducir á un baile á varios de la familia, al volver estaba tan borracho, que uno de los caballeros tuvo que subir al pescante y conducir á las señoras á casa. Aquello, por supuesto, no pudo permanecer oculto, y Pascual fué despedido en el acto; su pobre mujer y pequeños hijos tuvieron que desalojar la bonita casa que ocupaban cerca de la entrada del parque, y guarecerse donde pudieron. El viejo Luciente me contó todo esto, que había sucedido hacía algún tiempo; pero, poco antes de mi llegada con Jengibre á la casa, Buitrago fué admitido otra vez, gracias á la intercesión de York con el Conde, que tenía muy buen corazón, y á que el hombre prometió formalmente