Página:Azabache (1909).pdf/175

De Wikisource, la biblioteca libre.
Esta página no ha sido corregida
— 171 —

latigazos de mi amo, que me enseñaron å dar huídas, sin quitarme el miedo. Yo creo que si me hubiese permitido ver los objetos tranquilamente, y convencerme de que ningún daño me iban á causar, me hubiera acostumbrado á no asustarme. Recuerdo que un día, un señor de edad lo acompañaba en el tílburi, y un pedazo de papel ó trapo voló precisamente por mi lado; di un salto y una arrancada; mi amo, como de costumbre me castigó con dureza, y el otro señor le dijo: «No, amigo mío; eso no es justo; »nunca debe usted castigar á un caballo cuando »se espante; si da la huída es porque está asusstado, y usted lo asusta más y hace su vicio peor. Supongo por aquello que oí, que no todos los hombres hacen lo mismo. Puedo asegurarte que no doy las huídas por gusto, y que nunca me asusta nada que conozca, ó que pueda reconocer. Yo fuí criado en un parque donde había venados, y me son, por lo tanto, tan conocidos cmo los carneros y las vacas; pero como no es un animal común, sé de muchos caballos que se asustan de tal manera al verlos, que no hay quien los haga pasar por donde hay uno de ellos.

Comprendí que lo que decía mi compañero era la pura verdad, y mi gusto sería que todo caballo joven tuviese un amo tan bueno como el señor Grey, ó el caballero Gordon.

-