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nieron dos ó tres á verme, y á hacer sus observaciones.

añadió otro, -Muy bueno para un funeral-dijo uno.

-Demasiado vivo me parece moviendo la cabeza, con aire de inteligente ;muy bien puede suceder que cualquiera de estas finas mañanas tenga usted un disgusto, como me llamo Juan.

-Bueno-contestó Perico ;-esas son cuentas mías y de él, y me servirá para vivir más avisado y no dormirme.

En esto se acercó un hombre de cara ancha, vestido con un gran capote gris con esclavina y grandes botones, sombrero gris también, y una bufanda azul, puesta con descuido alrededor de su garganta. Me reconoció con la misma minuciosidad que si me fuera á comprar, y enderezándose por fin, y tosiendo, dijo:

-Es precisamente lo que usted necesita, Perico, y cualquier dinero que haya dado usted por él, lo vale.

Con esto quedó sentada mi reputación en el puesto.

El nombre de aquel cochero era Cuadrado, pero le llamaban el «Gobernador Cuadrado.» Era el más antiguo en el punto, y el que había tomado á su cargo arreglar diferencias y parar disAzabache.-13 Vol. 377