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Una mañana que salimos al trabajo, apenas nos habíamos colocado en el punto, vi salir de una taberna inmediata dos hombres mal encarados, que acercándose á Perico, le dijeron :

¡Eh! Simón, abre los ojos, y escucha: estamos retrasados y necesitamos tomar el próximo tren en la estación Victoria; llévanos á todo escape, y te ganarás una peseta de propina.

-Si quieren ustedes ir á un paso regular, no tengo inconveniente; pero por una peseta extra no suelto yo el vapor de un caballo como éstecontestó Perico.

. Otro cochero que se hallaba inmediato, se apresuró á abrir la portezuela de su simón, diciéndoles :

-Aquí está el hombre que ustedes buscan, caballeros; entren ustedes en mi coche, y ya estamos allí y montando en el pescante, y arreando á su matalón, salió, corriendo cuanto podía. Perico me dió unas palmadas en el cuello, y dijo:

-No, Juanillo; una peseta más no vale la pena de darte un mal rato, ¿verdad?

Aunque Perico era opuesto resueltamente á todo lo que fuese hacernos correr por complacer á esas gentes que siempre llegan tarde á todas partes, me llevaba por lo regular á un paso ani-