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toque de riendas, que yo comprendí muy bien, salimos á todo trote.

- -Ahora, Juanillo, muévete con gracia-me iba diciendo,-hagamos ver á esos ganapanes, que cuando llega la ocasión sabemos cumplir con nuestro deber.

Es cosa difícil llevar un coche al trote largo por las calles de Londres en las horas en que el tráfico está en todo su apogeo; pero mi amo y yo hicimos cuanto pudimos, pues, cuando un buen cochero y un buen caballo se entienden el uno al otro, es prodigioso lo que pueden hacer.

Yo tenía una buena boca, es decir, podía ser guiado con la mayor suavidad de riendas; y esto es muy importante en Londres, donde hay que cruzar por entre tan gran número de carruajes, omnibus, carros, carretas, coches de alquiler y grandes galeras, todos á buen paso, unos en una dirección, otros en otra, los unos pretendiendo pasar á los que van más despacio, los ómnibus deteniéndose á cada minuto para tomar ó dejar pasajeros, obligando al caballo que viene detrás á detenerse, ó ponérsele delante, sucediendo & veces que al querer pasarle, otro se atraviesa en el estrecho espacio abierto, y hay que volver á colocarse detrás del ómnibus; y sucediendo también á veces que, al creer llegado el momento de cruzar y ponerse delante, las ruedas de unos