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Creo que será mejor que me apee, pues esto no lleva trazas de terminar.

-No se apure usted, señor-contestó Perico; -esta detención no puede durar ya mucho, y llegaremos con tiempo.

- En aquel momento empezó la fila á moverse.

Por fortuna, al llegar al puente, los innumerables carruajes de alquiler que lo cruzaban iban todos á la carrera, tal vez con el deseo de alcanzar el mismo tren; y señalando el gran reloj las doce menos ocho minutos entrábamos en la estación, con otros mucho más.

¡Llegamos por fin !-dijo el joven, apeándose, gran servicio me han prestado, usted y su excelente caballo. Allá van dos duros de propina.

-No, señor; muchas gracias; mi mayor satisfacción está en que haya usted podido alcanzar el tren; pero no se detenga, pues está sonando la campana y sin esperar más palabra, Perico me apartó del andén para dejar sitio á otros carruajes que llegaban en el último momento.

Cuando llegamos al punto, hubo grandes risas y burlas por parte de los otros cocheros, que decían que Perico, contra sus principios, había dado un mal rato á su caballo, por pescar una propina, y deseaban saber cuál había sido ésta.