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guntar si ya no necesitaban el carruaje aquella noche.

M ¡Oh! sí, no se vaya usted-le contestó el criado;-la partida acabará pronto-con lo que Perico volvió á su puesto, y su voz era tan ronca que yo apenas podía oirle.

A la una y cuarto se abrió por fin la puerta, y aparecieron en ella los dos caballeros; entraron en el coche y dijeron adonde deseaban ser conducidos, sin pronunciar una palabra más.

Mis piernas estaban tan torpes con el frío, que algunas veces creí que me iba. á caer. Cuando llegamos al fin de la carrera, que fué de más de dos millas, se apearon los señores, y en vez de decir que sentían habernos hecho esperar tanto tiempo, se molestaron porque les pareció excesivo lo que Perico les pidió; pero como éste nunca cargaba más de lo justo, ni nunca recibía menos, tuvieron que pagar por las dos horas y cuarto que nos habían tenido de plantón, dinero que fué bien ganado por mi amo.

Llegamos por fin á la casa, y él apenas podía hablar, ni cesaba de toser. Paulina no le dijo nada al venir, como de costumbre, á abrir la puerta y á alumbrarle.

-¿Deseas que haga algo, Ferico?-dijo,cuando estuvimos dentro del patio.