Una tarde que Enrique estaba limpiando el barro á Corzo, que había vuelto del trabajo muy sucio, entró Dora precipitadamente, como si tuviera algo importante que comunicar á su hermano.
-¿Quién vive en Fuenlabrada, Enrique ? Madre ha recibido una carta de allí; se puso muy contenta al leerla, y corrió con ella al lado de mi padre.
- Calla! Ese es el pueblo de la señora de Alberico, la antigua ama de nuestra madre, que nos mandó una vez un duro á cada uno.
-¡Ah! sí, ya me acuerdo; ¿pero por qué le habrá escrito?
-Porque madre le escribió la semana pasada -dijo Enrique ;-tú sabes que tenía dicho á nuestro padre que, si alguna vez se decidía á abandonar el trabajo de alquiler, se lo avisase; pero no sé lo que ahora dirá. Corre, Dora, á enterarte, y vuelve para decirme lo que averigües.
Enrique volvió á su limpieza de Corzo, contodos los movimientos de un experimentado mozo de caballos, y á los pocos minutos vino Dora, brincando de contento.
-¡Oh! Enrique, ¡ qué bueno!; la señora de 'Alberico dice que vayamos todos á vivir allí. Hay una casita desocupada,. cerca de la suya, á propósito para nosotros, con jardín, y gallinero, y