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lo que el «Gobernador se encargó de buscar un lugar que fuera adecuado para mí.

Llegó el día de la partida. A Perico no le habían permitido aun salir del cuarto, y nunca lo volví á ver desde la noche de Año Nuevo. Paulina y los niños vinieron á decirme adiós.

-Pobre Juanillo !-dijo aquélla,-¡ mi querido Juanillo! Yo quisiera poder llevarte con nosotros.

Me pasó la mano por la crin, y acercando su cara á mi cuello, me dió un beso en él. Dora lloraba y me besó también. Enrique me acarició muchísimo, pero sin pronunciar una palabra, y con la cara muy triste. Se alejaron, y yo fuí conducido á mi nueva plaza.

Azabache.-

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