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1 en el cuello, se despidió, sin que haya vuelto á verla nunca.

-Esa sí que es una señora-dijo Blas para sí, luego que aquélla se alejó ;-me ha hablado con tanta política como si yo fuera un caballero; de todas maneras, seguiré su consejo en las cuestas arriba;-y debo hacerle justicia diciendo que desde entonces me aflojó varios puntos el engallador, y en las cuestas siempre me lo quitaba por completo; pero el exceso de carga continuó lo mismo, lo cual no hay caballo que pueda resistir mucho tiempo. Llegaron á destruirme de tal modo, que al fin tuvieron que comprar un caballo joven que ocupase mi lugar.

Debo mencionar aquí otra circunstancia que me hizo sufrir en aquella casa. Había yo oído hablar de ello á otros caballos, pero nunca había experimentado el mal por mí mismo. Me refiero á las cuadras mal alumbradas. En la nuestra había una sola ventana, muy pequeña, en un extremo, y el resultado era que estábamos casi en tinieblas. Además del efecto deprimente que ejercía en mi espíritu, me debilitó la vista en tales términos que, cuando era sacado repentinamente de aquella obscuridad á la luz del día, me dolían los ojos. Varias veces tropecé en el umbral, porque apenas veía por donde andaba.