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cosa. Blas me tomó por la rienda diciéndome :

-¡Arriba, Negrito !-y afianzándome en la collera, hice un esfuerzo, poniendo el carro en movimiento y llevándolo con firmeza hasta lo alto de la cuesta, donde me detuve para tomar aliento.

La señora siguió á nuestro lado por el andén del camino, y cuando me detuve se me acercó y me acarició de nuevo, como nunca lo había sido desde mucho tiempo hacía.

-¿Ve usted cómo estaba dispuesto, siempre que se le facilitase el modo de hacerlo? Estoy segura de que es un noble animal, que se ha visto mejor de como ahora se ve. No vuelva å ponerle eso.

-Está bien, señora; no puedo negar que tiene razón, y le doy las gracias, prometiendo tenerlo presente en otra ocasión como ésta; pero ha de saber usted que, si lo llevo siempre sin el engallador, seré el objeto de las burlas de todos mis compañeros. Usted sabe que eso es lo que se usa.

-Se usa por los tontos que quieren seguir una moda ridícula; pero hay también muchos que no la siguen, y con mis caballos jamás lo consiento. Pero no quiero detenerle; usted se convencerá de que mi consejo es más provechoso que su látigo. Adiós-y dándome una palmadita