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XXIX

EL SEÑOR VALLADARES Y SU NIETO

En el lugar de la venta, como era natural, me encontré en compañía de caballos completamente arruinados, unos cojos, otros asmáticos, otros viejísimos, y algunos para los cuales hubiera sido ejercer un acto de caridad pegarles un tiro.

Los compradores y vendedores, en su mayor parte, no eran mucho más lucidos que los pobres animales, objeto de sus contratos. Había algunos viejos, tratando de adquirir un caballo ó jaco por unos cuantos duros, para engancharlo en algún carretón de carbón ó leña, y hombres pobres que venían á vender animales destruidos, por doce ó quince duros, mejor que matarlos. Algunos de aquellos hombres parecían como si la miseria y los malos tiempos los hubieran castigado ruda-