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reparando el camino habían dejado sin cubrir, lo cual no dudo; pero si el viejo Colín no hubiese llevado anteojeras, hubiera visto el hoyo, con farol ó sin farol, pues era un caballo demasiado inteligente para no saber evitar un peligro. El resultado fué que se lastimó seriamente, que el carruaje se hizo pedazos, y que Juan escapó ileso, nadie sabe cómo.

—Esos hombres, que se creen tan sabios—dijo Jengibre con ironía,—deberían disponer que en lo sucesivo todos los potros naciesen con los ojos en medio de la frente, en vez de á los costados, puesto que su afán es siempre enmendar lo que la Naturaleza ha hecho.

La cuestión empezaba á agriarse de nuevo, y Alegría volvió á tratar de apaciguarla, diciendo:

—Voy á hacer á ustedes una observación: creo que Juan no aprueba las ateojeras, pues le he oído hablar de ello un día con el amo. Este decía, que cuando los caballos se han acostumbrado á usarlas, puede ser peligroso en algunos casos quitárselas, y Juan opinaba que sería muy conveniente que todos los potros fuesen domados sin ellas, como sucede en algunos países. Dejemos, pues, esta cuestión, y demos una carrera por la arboleda del otro extremo de la huerta, pues creo que el viento ha derribado al-

Azabache.—5
Vol.377