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y su mujer estaba parada á la puerta de la casa, mirando muy asustada.

-Ha visto usted á mi muchacho?- dijo aquél, cuando estuvimos cerca ;-salió hará como una hora con mi caballito negro, y éste acaba de presentarse aquí sin jinete.

-Me parece, señor Pedreño-dijo Juan,que está mejor así que con el jinete que lo manejaba.

-¿Qué quiere usted decir con eso?

-Quiero decir que he visto á su hijo castigando cruelmente á ese animalito porque se negaba á saltar una cerca que era demasiado alta para él, y que por último éste levantó las patas y puso al caballerete á descansar entre las zarzas de la cerca; el muchacho me pidió que le ayudase á salir de allí, pero usted me perdonará que no me sintiese inclinado á complacerlo. No tiene ningún hueso roto, y todo quedará reducido á unos cuantos arañazos. Amo á los caballos, y no puedo ver que sean maltratados. Es un mal sistema exasperar á un animal hasta obligarle á hacer uso de sus medios de defensa, pues cuando lo hace una vez, suele no ser la última.

Durante este tiempo la madre se nos había aproximado, y decía llorando:

-¡Pobre hijo mío! debe haberse lastimado, y voy á buscarlo.