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¡ Uno aquí! Sujeten este caballo mientras voy á buscar el otro.

Se aproximó un hombre alto, que tomó el ronzal de mi cabezada, y Jaime se lanzó otra vez á la caballeriza. Yo, al verlo desaparecer, di un agudo relincho. Jengibre me dijo después, que aquel relincho fué lo mejor que pude hacer en su obsequio, pues si ella no hubiese oído que yo estaba á la parte de afuera, nunca hubiera tenido valor para salir.

En el patio reinaba la mayor confusión; allí estaban otros varios caballos sacados de las caballerizas, y diferentes coches y tílburis arrastrados de las cocheras, por si llegaban allí las llamas. Yo tenía la vista fija en la puerta de nuestra cuadra, por donde salían bocanadas de humo, más espesas cada vez, é innumerables chispas, cuando, entre todo aquel ruido y alboroto, oí la voz de mi amo, que gritaba:

- Jaime! ¡ Jaime! ¿Dónde está Jaime?

Nadie le contestó; pero yo di á los pocos momentos un relincho de gozo, porque después de oir un fuerte ruido, como de algo que se desplomaba en la caballeriza, vi á Jaime cruzar por entre el torbellino de humo y chispas, conduciendo del diestro á Jengibre, que tosía violentamente cuando se acercaron á nosotros.

-¡Mi bravo muchacho !-dijo el amo, apo.