y brillante de escamas argentinas, mientras en el plafón en forma de óvalo, va por el fondo inmenso y azulado sobre el lomo de un toro robusto y divino, la bella Europa, entre los delfines áureos y tritones corpulentos, que sobre el vasto ruido de las ondas hacen vibrar el ronco estrépito de sus resonantes caracoles.
La hermosa está satisfecha; ya pone perlas en la garganta y calza las manos en seda; ya rápida se dirige a la puerta donde el carruaje espera y el tronco piafa. Y hela ahí, vanidosa y gentil, a esa aristocrática santiaguesa, que se dirige a un baile de fantasía de manera que el gran Watteau le dedicaría sus pinceles.
IX
He visto ayer por una ventana un tiesto lleno de lilas y de rosas
pálidas, sobre un trípode. Por fondo tenía uno de esos cortinajes
amarillos y opulentos, que hacen pensar en los mantos de los príncipes
orientales. Las lilas recién cortadas resaltaban con su lindo color
apacible, junto a los pétalos esponjados de las rosas té.
Junto al tiesto, en una copa de laca ornada con ibis de oro incrustados,
incitaban a la gula manzanas frescas, medio coloradas, con la pelusilla