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Ruben Dario
la inspiración profunda
y el alma de las liras.
Y lo rasgó. Y allí todo era aurora.»
En el fondo se veía
un bello rostro de mujer.
***
¡Oh; nunca,
Piérides, diréis las sacras dichas
que en el alma sintiera!
Con su vaga sonrisa:
—¿Más?...—dijo el hada.—Y yo tenía entonces
clavadas las pupilas
en el azul; y en mis ardientes manos
se posó mi cabeza pensativa...
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