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Azul...
su pechera y su gran corbata obscura, el sabio obeso, futuro miembro del Instituto.
Y de repente, mientras todos charlaban de la última obra de Fremiet en el salón, exclamó Lesbia con su alegre voz parisiense:
—¡Té! como dice Tartarín: ¡el poeta ha visto ninfas...!—La contemplaron todos asombrados, y ella me miraba, me miraba como una gata, y se reía, como una chiquilla a quien se le hiciesen cosquillas.
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