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quien bastaria una queja á tu jefe para que te aplastara como á reptil cuyo nombre llevas... ¡Ay de ti, Curú, si no cumples lo que te pido...; ay de ti!
Y haciendo una transición rapidisima de la imponente fiereza á la tierna blandura, le dijo al joven en voz baja, siempre fija la mirada en el teniente:
—No le resistas y nada temas que Iponá vela por ti— alejándose hasta desaparecer, sin que el terrible Curú in- tentara impedirlo.